/ TEXTOS BREVES, POEMAS

TAFÍ

El cerro, de lejos, parecía pintado con acuarela en tonos claroscuros.

Detrás de ellos una luz blanca, fulgurante, como si se hubiera caído una estrella.

Mis ojos fundidos en ese paisaje nocturno,

Con dudas en el alma,

Con el canto de los grillos a lo lejos,

Y todo un valle dispuesto a recibirme.

Ahora tengo el dulce gusto del vino en mi boca,

Así como el recuerdo de un beso,

Como el fuego nunca apagado del deseo

Hace días he plantado un árbol,

Y en otro un gorrión hizo su nido,

Que así como una pequeña esperanza,

Crecerá dentro mío.

Decir gracias, al agua limpia del río,

Por estos días sin tiempo,

Por lo que ven mis ojos,

Porque aún estoy vivo.

LA DECLARACIÓN

Estoy siendo invisible, pequeño, extraño.

El mundo me pasa al costado, me pierdo en estas calles que no conozco.

Golpeo un teatro cerrado… Leo poemas que escupen nostalgias, y sigo solo, afuera de todo, también mudo.

No conozco, no pertenezco y añoro todos los huecos que me hablan de vos, de tu ternura.

Aquí las palabras tienen otro canto, pero ninguna llega a mí.

Soy un ser extraño, inadaptado, pensante, ¿amargo?

Huelo la lluvia, el revoleo de hojas la advierte. Hay mariposas blancas por todos lados y sobre mí.

Siento que todo podría esperar. Incluso las horas que hay entre nosotros.

Todo puede esperar menos esta declaración:

Te amo.

25/50

Mis palabras eran las que siempre hacen eco conmigo mismo. 

Mis deseos eran los que jamás digo, e incluso el miedo estaba desvanecido. 

Nadie podía hacerme daño, era inalcanzable para el resto del mundo.

Aprendimos a escuchar, y la conversación era honesta, sin artilugios ni defensas. 

No había necesidades extrañas. 

No teníamos posibilidad alguna de mentirnos, porque incluso en silencio, nos decíamos cosas.

Y entonces la noche… la noche amorosa y cálida; 

creada desde el absoluto para los dos, 

porque se la quitamos al resto para hacerla nuestra.

Y mientras desaparecimos del mundo,

allá afuera estaba el mar que en su arrullo nos daba la música para hacer el amor.

LUGAR DE NACIMIENTO

Me hubiese gustado nacer en medio del campo, ahí donde las montañas parecen bajas, las estrellas cercanas.

Me hubiese gustado nacer en el campo para entender por qué este cuerpo insiste con el verde, con el naranjo, con los cactus, con las tortugas, los colibríes, las liebres, el agua del río y la lengua mansa de la yegua preñada.

Me hubiese gustado nacer de día para alejar de mi cama a este insomnio que me deja con los ojos de lechuza cuando amanece.

Me hubiese gustado nacer híbrido para no tener que elegir ser hombre o mujer, para conocer los dolores del parto, para menstruar y saborear más a fondo mis olores.

Me hubiese gustado poder conservar el misterio, el silencio y mi rareza de niño. Quizás ahí están adormecidas todas esas virtudes.

A los 39 años he llegado ya con tantas penurias que no puedo imaginar cómo seré a mis 60. La herencia me dobla la espalda. La herencia me duele en las lumbares y huesos. He llegado, a los 39 años, con la voz más gruesa y melodiosa. A veces extraño el soprano que fui. Ya me han dejado, me han rechazado, se han burlado. Me han perdonado.

Ahora adviene cierta calma, que se trasviste de ansiedad cuando me desenfoco, cuando me tambaleo y no puedo recordar que vengo del campo. O que quisiera haber nacido en el campo, ahí, entre el alfa, recién salido de entre las piernas de mi madre hacia los brazos abiertos de la tierra esponjosa que piso cada vez que puedo.

A los 39 aún siento que tengo 7 años, son los años de la espera, del jugueteo en el tanque del techo con los gorriones, los duendes, las muñecas robadas. Es la espera que me inviten, que me digan que me quieren. Es la espera de la infancia. De la infancia sola. La mía.

Pero el viento me revolea los recuerdos, no me deja ser ingrato. Y entonces pienso que conservo algo de todo eso que me hubiese gustado ser y también de lo que sí pude.

Porque tengo el ciclo del agua en el alma. 

El agua que todo lo cubre, que circula limpia y clara desde la montaña hasta tu boca, donde las palabras que exhalo se hacen besos que llenan gran parte del hueco infantil que ha dejado su marca.

YO, EL DIFERENTE

Si yo te contara que tu soberbia no te hace interesante,

Tu falta absoluta de empatía, tu imposibilidad para felicitar y reconocer el trabajo de otro.

Si yo te contara cómo se ve tu mezquindad…

Si yo te contara el olor repugnante de tus palabras deshonestas. Si yo te dijera que tu talento no es tal…

Si yo te recordara el sabor que tenía la crueldad

Mira si yo le contara a tus hijos, todavía pequeños, cómo solías ser…

Nada me puede afectar, porque yo vengo del barro, de la mismísima mierda.

Sé lo que es la burla, el desprecio, pero también la bondad.

Por eso sigo aquí, porque he sobrevivido.

A vos, a los otros, a los que dijeron y ahora no sé dónde están.

A todos ustedes les agradezco por haberme hecho fuerte, por haberme dado el impulso necesario para superarlos, para hurgar dentro mío y transformar todo en una canción eterna que recorre todos los momentos del día.

Los saludo, desde este aplauso interminable; desde el continuo aprendizaje, y con la voluntad intacta para desarmarme y volver a nacer cuantas veces la vida me lo requiera.

Los saludo desde esta atmósfera color índigo que me protege de tanta mediocridad.

Los saludo, porque ante todo, porque además de valiente, siempre he sido cortés.

Yo, el diferente.

A USTED

No digo los ojos, 

sino los tuyos…

que me cortan la piel de la cara

Y quedo detenido,

en pausa

en tu mirada.

Como desnudo.